Durante estas últimas Navidades tuve la oportunidad de reunirme con mi familia y hablar con tíos y primos a los que no veía desde hacía mucho tiempo. Fue una sorpresa que el tema de conversación dominante durante buena parte de las cenas lo constituyeran precisamente las series de televisión, aquellas que hemos visto, las que más nos han gustado, los personajes mejor construidos, etc. Como si aquélla fuera una reunión de seriéfilos, no dejaron de citarse algunos títulos, algunos ya muy conocidos. El que más protagonismo se llevó fue sin duda The 100, porque más de uno la ha seguido, o se ha quedado por la cuarta temporada, esperando que otro le eche una mano y le pase los episodios de las dos restantes. Pero, entonces, alguien interrumpió y me preguntó si conocía The Society, a lo que respondí negativamente. Enseguida mi interés se deslizó hacia esa nueva propuesta de Netflix, y lo poco que pude saber es que se trataba de una serie de misterio, mezcla de ciencia-ficción y terror, en la que unos jóvenes estudiantes que regresaban a su ciudad al ser cancelada una excursión, se encuentran de pronto solos y aislados, en un West Ham que se parece mucho a su hogar, pero en el que todos sus parientes, amigos y familiares se han volatilizado como por arte de birlibirloque. Enseguida me apunté este ficción en mi agenda mental de series, y no ha sido hasta esta noche cuando me he decidido a visualizar el capítulo piloto.
Lo primero -que es de agradecer- que me ha llamado la atención es que el primer episodio va directo al grano. No se enrolla como las persianas, sino que plantea en pocos minutos el dilema al que se enfrentan estos doscientos adolescentes. El misterio se nos presenta mucho antes que los propios personajes, porque algo sospechoso está ocurriendo en West Ham: primero un extraño y repentino hedor nauseabundo que se ha propagado por todo el pueblo, después, unos insólitos graffiti en la fachada del instituto y, para rematar la faena, la desaparición de todos los adultos y la ausencia de telecomunicaciones y conexión web. Los chicos pueden efectuar llamadas, pero el rango de cobertura es muy reducido y, para más inri, la pequeña ciudad no es igual a como ellos la había dejado, puesto que algunas viviendas no existen, y más allá tan sólo se extiende una vasta superficie forestal que parece no tener límites. Sólo ya eso podría considerarse cierta garantía de éxito, ya que es habitual que otras ficciones de corte similar tiren por exceso de la teta hasta que ya no hay más leche que exprimir, haciendo que lo verdaderamente interesante no se resuelva jamás o que el primer episodio se acabe justo cuando parecía que atisbaba la chicha que da sentido a la historia.
De entrada, todo esto obliga a los alumnos a pensar como nunca antes lo habrían hecho. Por ejemplo, esta es la primera vez que tienen que dejar a un lado los teléfonos inteligentes y que la tecnología es incapaz de solucionar sus problemas más inmediatos. Sólo importa una cosa: sobrevivir. Sobrevivir es lo único realmente importante en esta situación, aunque al principio parezca divertido ser libres y soberanos de toda La Tierra, si es que es la Tierra el planeta que siguen pisando; aunque sólo se percaten de ello al ser conscientes de su propia vulnerabilidad, al ver a una de sus compañeras fulminada por un shock anafiláctico que se podría haber evitado si hubieran dispuesto de las medicinas o de la formación clínica adecuada.
The Society traza una retrato bastante verosímil de la juventud actual, ésa tan apegada a las redes sociales y cuyo comportamiento despreocupado y rebelde, junto con su adicción a las nuevas tecnologías, preocupan a los padres de hoy. La serie pone a prueba a esta muchedumbre de incrédulos teenagers desafiando su pensamiento, sus habilidades y destrezas para convivir y formar una comunidad, y es que de eso va precisamente la homóloga de The 100 de Netflix. La supervivencia y los dilemas morales y políticos están a la orden del día. Se habla de democracia, de autoridad, de socavar viejos valores para implantar otros nuevos, que al final siempre acaban dando al traste, porque la sociedad heredera de sus padres pretende fundar un nuevo imperio con los mismos cimientos que el anterior.
El equipo de guionistas sabe qué quiere plantear, aunque no sé si tendrá tan claro cómo resolver el entuerto sin darnos largas. Cada episodio termina con interrogantes que piden a gritos ser resueltos, y eso es suficiente aliciente como para seguir enganchados capítulo tras capítulo. Los espectadores conocemos las reglas del juego y sobre qué pilares se han edificado, pero la sombra de The 100 es ya muy alargada. La premisa atrapa, la duración no es excesiva y es una serie que cuece el misterio a fuego lento, pero que no se erige como novedosa con el longevo drama post-apocalíptico de The CW proyectándose a sus espaldas. Aquí cabe señalar que hay puntos de convergencia, pero también diferencias. La puesta en escena del 1x01 de The 100 era más atractiva, porque Clarke era la que inicialmente relataba lo sucedido tras el apocalipsis nuclear a los supervivientes. Esa narración tan bellamente musicalizada, cuando se revisita, se vuelve épica, y es que no hay nada tan poderoso como una buena historia, parafraseando a Tyrion Lannister en Game of Thrones.
En The Society no está claro quiénes son los protagonistas principales. De hecho, la ficción introduce un sinfín de estudiantes, pero es harto complicado mirar más allá de Cassandra y de su hermana pequeña, una dinámica que nos recuerda a la que existe entre Bellamy y Octavia Blake. Sin embargo, los delincuentes de El Arca eran algo más adultos que sus homólogos de The Society, que parecen chicos y chicas de 15 años, y estaban mejor preparados para sobrevivir en entornos hostiles. Los actores también me han resultado mucho menos carismáticos que Eliza Taylor, Bob Morley, Marie Avgeropoulos y compañía, y sus diálogos, tan simples y poco creíbles, tampoco han contribuido a identificarme con ninguno de ellos.
Todo lo demás, discurre de forma similar a como lo hizo en el piloto de The 100: los supervivientes forman grupos y algunos están más preocupados de disfrutar de su nueva libertad -y ya de paso, de no compartir, de no respetar a nadie y hacer lo que les venga en gana- que de buscar la forma de aprovisionarse, gestionar los recursos o averiguar lo que ha sucedido, entre otras cosas, surgiendo así las rivalidades entre facciones, sin que falte el líder matón de turno. La hermana de Cassandra se pregunta a sí misma mientras saquean el supermercado quién es ella y qué papel juega en esta historia, reflexiones que difícilmente veo en boca de una adolescente de ¿14 años?. También considero forzada la accidental mordedura de serpiente, porque lo primero que haría cualquiera que está en los lindes de un bosque es mirar al suelo y cerciorarse de dónde pone los pies, e incluso me parece atrevido que alguien más joven e inexperto desafíe a Cassandra, que es la mayor, sólo porque nadie la ha votado como líder. En una situación de ese calibre lo habitual sería confiar en quienes poseen más conocimientos, y que cualquier petición, sugerencia o aportación individual sea bienvenida pero, de nuevo, son jóvenes púberes que no están preparados para encarar estas dificultades, así que es fácil que a la mínima se les vaya el asunto de las manos.
En resumen, The Society no es un mero copia y pega de The 100. Tiene personalidad y madera para hacerse un hueco entre las grandes, pero también varios elementos y situaciones que guardan estrechas similitudes con su homóloga de ciencia-ficción y que le restan algo de atractivo. Inquieta, pero no sorprende. Su propuesta no parece, ni de lejos, tan arriesgada como lo fue en 2014 The 100. Tampoco su factura técnica es deslumbrante. Su influencia es más que evidente: es una combinación de "El Señor de las Moscas" con The 100 y Lost (Perdidos). Aún así, la serie cautiva y mantiene viva la llama de la incertidumbre del televidente y eso ayuda a continuar viéndola. Por alguna razón ha sido renovada para una segunda temporada, que seguramente verá la luz en mayo, y es que Netflix ha apostado por lo que tiene tirón ahora mismo. Personalmente, no creo que vaya a superar la originalidad y el ingenio creativo de The 100 sino, en todo caso, a aspirar a un puesto paralelo o ligeramente inferior. La recomiendo porque la considero una serie interesante y de autocrítica de la sociedad actual, una serie que invita a reflexionar, con un punto de partida cautivador, pero que espero que evolucione y que haga crecer y madurar a sus personajes y, muy especialmente, que expanda su universo y haga plantearse a esos muchachos investigar los alrededores de ese bosque infinito.
Puntuación (sólo el capítulo piloto): 6 de 10
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Post by Philosophic Dragon
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